domingo, 31 de marzo de 2013

No invierta en política, ¿está loco?

No creo que la política sea un buen negocio en el futuro, no invierta en ella. Ni se le ocurra.

¿Por qué lo digo? No, no crea que eso porque soy consciente del gran peso que tienen la economía y los grandes poderes financieros sobre ella, que cada día le comen más el terreno. Es verdad que si seguimos así, el siglo XX que fue el de la política sea desplazado por el siglo XXI de la economía sin límites. Pero créame no lo digo por eso.

Si le digo que no invierta en política de cara a la futuro es porque el sistema democrático tal y como lo conocemos se va a desmoronar. Gracias a Internet.

¿Me deja que volvamos un poco atrás en la Historia? Seguro que recordará el nacimiento de la democracia Ateniense, a pesar de que no estuviésemos allí. Siento fascinación al acordarme de la Asamblea, aquél sistema de democracia directa en el que cualquier ciudadano (bueno cualquiera no, ya sabemos que el sufragio nunca fue universal hasta hace pocas décadas) podía acudir a las reuniones. Aquellas grandes reuniones entre ciudadanos permitían que todos los presentes participaran directamente en las decisiones, de ahí su nombre.

Pero claro, era poco práctico, ¿no? Por eso fue ganando fuerza la democracia representativa. Juntarse todos podía ser un follón, especialmente en núcleos ciudadanos muy grandes o con zonas deslocalizadas. Por eso derivamos al sistema que conocemos ahora, donde elegimos unos representantes.

Pues Internet hace que el sistema vuelva hacia atrás. Volvemos a la democracia directa. 

Y de una forma que es imposible ignorar. Con lo conectados que estamos ahora, ¿Cómo no va a ser posible que no dedicásemos un rato al día o a la semana a entrar al foro de los ciudadanos y a votar aquellas decisiones relevantes que estén en la agenda de la actualidad? No estaría mal, yo creo que unos minutos después del telediario bastarían para ejercer nuestro derecho. Y el que no quiera votar, pues que no lo haga, tampoco van todos a la urna.

Si pudiendo usar estas maravillas tecnológicas siguiésemos dependiendo en líderes y representantes que sentimos que no siempre nos representan, permítame decirle que seríamos unos ciudadanos perfectamente estúpidos.

Más aún, gracias a este invento del Internet globalizador, ¿cómo podremos contentarnos con votar sólo decisiones que nos conciernan a nosotros? ¿No deberíamos todos los países poder decir algo sobre el cambio climático, sobre el hambre en el cuerno de África, sobre la especulación? Sin duda, la política que podríamos crear sería para algunos temas importantes mucho más grandiosa que el desastroso puzzle de naciones que tenemos ahora.

Por esto mismo, y por muchas otras cosas con las que no quiero aburrirle más, le aconsejo encarecidamente que no invierta en política en el futuro. Antes invertiría en gelatina, fíjese lo que le digo.

domingo, 24 de marzo de 2013

¿Acaso no queremos pensar?

Me preocupa enormemente la cantidad de banalidad que nos tragamos a diario, y que ha alcanzado una gran diversidad de ecosistemas. No importa ya si hablamos de música, televisión o libros. Hay algo que se está extendiendo como una neblina invisible en la mayoría de formas de cultura con las cuales nos topamos viviendo en este mundo.

Evidentemente no es una generalización extensible a todo lo que ven nuestros ojos hoy en día, pero creo que si va mucho más allá de lo que parece. Y que cada vez lo es más. Creo que nos estamos volviendo adictos a consumir formas de entretenimiento que no nos aportan mucho, que simplemente nos entretienen. Ya hay muchos programas que son pasatiempos puros, muchos best-sellers sin fundamento que te engancharon en su día pero nunca volverás a releer, películas llenas de masa insulsa, música sin letras profundas...

No es intrínsicamente algo negativo, me parece bien que las cosas vacías existan porque también tenemos ratos en esta vida para vivir de ellas, para simplemente no pensar mucho si estamos cansados o queremos disfrutar del ocio destilado. Pero cuando ya la miga empieza a ocupar demasiada parte de nuestra vida, esta pseudocultura - y en especial sus consecuencias - me alteran. 

Estamos perdiendo la sana costumbre de incorporar un valor añadido a nuestras vidas en lo que pasamos nuestro tiempo. Puede que ya nos canse pensar. O que no nos apetezca que determinados programas nos hagan pensar. Igual es que estamos muy ocupados. O muy desocupados, que más da. "Pensar no" pensamos, porque no lo decimos.


Porque estoy detectando esto cada vez más en nuestra sociedad, me gustaría hacer un pequeño llamamiento para que redescubramos nuestra cultura en un sentido que nos lleve a disfrutar de ella, por supuesto, pero también que nos sirva para trascender nuestra realidad.






miércoles, 20 de marzo de 2013

Retratarse y retractarse

Por las obras el autor se retrata. Es lo que ha pasado con la decisión de las condiciones del rescate a Chipre. Esta amenaza del corralito bancario abominable no se puede tapar fácilmente con pseudónimos ni medias tintas. 

La población de Chipre, y la del mundo entero, sabe de qué va eso. Lo entienden hasta los niños de párvulos, oiga. El banco no da dinero, no me da mi dinero. Incluso igual me lo quita. 
"¿A las malas? A las malas no se juega" dice una niña. 

Y no hay derecho, así de claro. No.


A veces ocurre que el autor, después de que se retrata, se retracta. Es lo que parece que ha pasado. Se les ve el plumero, y el gran poder echa un poco para atrás. No sabremos muy bien si ha sido un ataque de humanidad o de poca vergüenza para con los chipriotas. Tampoco sabemos si será el fin, de hecho, ya no sabemos ni de quién fiarnos.

Pero las mentes no olvidan tan fácil como lo quisiera la voluntad. Ya no sirve si no disparaste o si tardas en disparar, sirve que apuntaste y amenazaste. Eso es lo que queda en nuestra mentes. 

Con esas armas nunca tendríamos que haber aceptado la partida (aunque yo creo que tampoco la hemos aceptado nunca).

La noticia del corralito es una pesadilla inquietante e intermitente. ¿Qué pasará? ¿Será el fin, no será, será el medio-fin? ¿Y qué hacemos el resto? ¿Volvemos a guardar el dinero en casa como antaño? No, que si nos desahucian también se lo queda el banco porque se queda la casa...

Por si teníamos poco, el corralito acaba de llegar. Pensábamos que nos trataban como si fuésemos basura, ahora resulta que nos tratan como si fuésemos pollos. Si por lo menos nos cebaran...


miércoles, 13 de marzo de 2013

Venimos de un incesto galopante

Una reflexión que a algunos les escandalizará y a otros les hará sonreír...

Vamos a pensar en tus antepasados, recorreremos la historia de por qué estás aquí, ¿de acuerdo? * Si te das cuenta, todos los humanos, como tú y como yo estamos aquí gracias a un intercambio cromosómico entre dos personas: hombre y mujer. Vamos a contar el cuento de tu vida hacia atrás...

- Tú como ser humano eres fruto de la unión de tus 2 padres. 
- A la vez, ellos provienen cada uno de otra pareja, por lo que tienes 4 abuelos. 
- De esos abuelos se deduce que tienes 8 bisabuelos.
- 8 bisabuelos que nacieron gracias a tus 16 bisabuelos.

¿Ya lo ves, no? A cada paso que damos hacia atrás: número de antepasados = 2n. Efectivamente, esa n del exponente es el número de generaciones que contamos desde la tuya hacia atrás, y cuanto más grande se hace n, el número resultante es mayor. 

- Fíjate, hace 10 generaciones, tuviste que tener 210 = 1024 familiares en esa generación, 1024 tatara-tatara...abuelos.
- Hace unas 20 generaciones, nos dan 220 = 1.048.576 personas. Muchos como para juntarlos en la cena de Navidad, ¿no?
- Y si nos vamos unas 60 generaciones atrás, allá por la época de Jesucristo, 260 son los antepasados que se juntaron para acabar creando a toda tu posterior familia. El resultado es de, bueno, no lo voy a escribir pero son más de un trillón de personas. 

Ese último resultado no es posible, teniendo en cuenta que ahora mismo hay en la Tierra 7 mil millones de humanos y no va a haber recursos para muchos más. Un trillón de personas a la vez nunca llegaron a existir. ¿Qué te quiero decir con esto? Nuestros antepasados se han reproducido mucho unos con otros para hacer posible que estés aquí. No había un trillón de personas hace 2000 años, pero si billones de intercambios cromosómicos entre unos pocos (algunos participarían de la reproducción mucho más que otros, seguro).

De manera que eran muchas menos personas mucho más relacionadas ente sí. Si a este hecho le sumamos que antes no había tendencia de viajar tanto como no es posible ahora, es casi seguro que muchas de estas relaciones sexuales fructíferas tuvieran lugar en zonas geográficas muy próximas. 

Es decir: que provenimos de relaciones muy endogámicas, por no hablar de lo que podría ser un incesto galopante. Eso implica y explica que todos compartamos tanta semejanza en nuestros genes. En el fondo, todos los seres humanos somos una gran familia unida, eso suelen decir, pero creo que ahora te he convencido de que lo somos mucho más.

*Una adaptación de un ejercicio interesante de Una breve historia de casi todo, de Bill Bryson

martes, 5 de marzo de 2013

Esa dimensión distinta de la realidad

La realidad es la misma para todos, pero tiene dos dimensiones muy distintas: una es la que te cuentan, la otra es la que vives.


I) La primera dimensión de la realidad, la que te cuentan, es más fácil de sobrellevar. Es la que percibes por los medios de comunicación que te bombardean a diario y desde todas las esquinas. Cifras del paro que aumentan sin toparse con un techo, fotos de gente que busca comida en los contenedores, miles de desahucios en los que familias pierden un trozo de su vida.... 


Son noticias que se disparan a tal velocidad que te saturan la mente, se acumulan gota tras gota y pueden llegar a hacerte sentir realmente mal. Pero, si le pones esfuerzo y te falta sentido de humanidad, puedes apagar la radio, la tele y dios sabe cuántas cosas más para salir de ese mundo. Y se para.


II) La otra dimensión de la realidad, la que vives, es bien distinta. Es cuando sales a la calle y pasas por el Inem y ves que hay una cola muy larga y que incluso te encuentras con conocidos en ella, es cuando ves que el contenedor donde tiras la basura cada día está siendo explorado por alguien ¿mi vecino? con cara de desesperado, es cuando ves a Stop Desahucios movilizándose en tu zona...


Es cuando ves a todos ellos y pensar que mañana puedes ser tú el implicado, si es que no lo eres ya. Esta realidad crece de forma exponencial y pierdes la cuenta. Y lo verdaderamente particular de esta realidad es que de ella no se puede desconectar, no se detiene ni un momento.

¿Y tú, en qué dimensión vives? Realidad sólo hay una.