viernes, 7 de febrero de 2014

No crezcas, Manolito

La reciente lectura de "Mejor Manolo", de Elvira Lindo, me trae a la memoria los ratos que pasé de niño leyendo las desventuras de Manolito Gafotas. Este ejemplar es el octavo de la serie y, aunque no está quizás a la altura de los anteriores, no por ello resulta incapaz de resucitar esa frescura que siempre se ha tejido alrededor de ese niño de Carabanchel (Alto).

Nadie en Carabanchel (Alto) sabe quién es Manolo García Moreno, pero todos conocen a Manolito Gafotas. Se trata de un niño bastante normal, con una familia de clase media-baja enfrentada a los problemas comunes de tantas otras familias. Manolito teme las collejas de su madre, odia a su hermano el Imbécil, echa de menos a su padre camionero y siempre se apoya en su mejor aliado, su abuelo. Entre sus amigos están Yihad el chulito, el cerdo traidor Orejones, la Susana Bragas-Sucias, la medio-novia Melody Martínez... 


A lo largo de varios libros, la mayor parte compuestos de relatos cortos, estos personajes hacen de las suyas. La mayoría de los capítulos se basan en una vida muy cotidiana, con Manolito haciendo alguna que otra trastada, siempre contada desde el principio de los tiempos, que finalmente se resolverá con más o menos suerte. Resulta curioso cómo, desde este planteamiento aparentemente poco ambicioso la serie de libros obtuvo un gran éxito desde el principio.

- Quizá no haga falta engañarse tampoco. Manolito Gafotas siempre ha sido un alegato a la simpleza de la vida. La exhaustiva descripción de situaciones que no salen de lo común, mezcladas con la delirante ironía de Manolito, es lo único que hay en estas historias. Es un canto a una vida que cualquier niño puede tener: unos amigos que pueden ser cualesquiera, una profesora desesperada, una familia con sus altos y bajos... Es posible que eso haga que sea fácil entenderse con el mundo de Manolito. Y una enseñanza: no hay por qué buscar lo complicado para hacer feliz a un lector, y más cuando los lectores son niños, que no son precisamente poco exigentes.

- Hay quizás otro motivo: Manolito puede que desee en momentos puntuales tener otra situación, pero desea en el fondo que nada cambie. Valen la pena las collejas y las palizas de Yihad si uno se puede sentar en el banco del parque del Ahorcado o se duerme cada noche con el abuelo en la terraza. Los niños pueden aprender que el día a día tiene también su gracia, tal y como transcurren los de Manolito, y las aspiraciones a un entorno nuevo se pierden cuando se descubren los pequeños grandes cambios que pasan cada mañana.

Por ello, lo mejor que se le puede desear a Manolito Gafotas es que no cambie su sencillez. Sólo así se acaba descubriendo que, solo igual, es posible que sea uno de los niños más envidiados del mundo mundial

Y todos nosotros lo fuimos al igual que él.

2 comentarios:

  1. Leer esto me ha traído muy buenos recuerdos :) me hacía ilusión cada vez que me compraban el libreo nuevo de "Manolito" e incluso fui con mi hermano a ver la obra de teatro :)

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    1. En eso me parezco a ti, Judith, tengo todos los libros en la estantería y me lo pasaba muy bien con ellos. ¿Había teatro? De eso sí que no me enteré...
      ¡Saludos!

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